El modo en que afrontamos la vida depende mucho del concepto que tenemos de nosotros mismos y de cuanto nos queremos. Con una autoestima sana nos relacionaremos mejor en grupo, nos haremos valorar con una pareja, seremos más capaces de quejarnos por un trato injusto o expresaremos una opinión con más tranquilidad.
Desde que somos pequeños y pequeñas vamos formando una imagen de nuestra persona basándonos en aprendizajes de los que no somos conscientes. Si esa imagen es positiva afrontaremos mejor los problemas del día a día y nos sentiremos mejor con nosotros mismos.
Las mamás y los papás tenemos un papel fundamental en la formación de la autoestima de nuestros hijos e hijas. Podemos convertirnos en magos y conseguir que tengan una imagen sana de sí mismos y eso les ayude a encajar los nuevos retos a los que están expuestos.
Durante nuestra infancia, la imagen que nuestros padres proyectan de nosotros mismos la aceptamos y la tomamos de referencia. Si recalcamos sistemáticamente sus fallos, o no valoramos sus logros, o si lo acusamos de desastre, rebelde, pesado,… es fácil que el niño recomponga una imagen en su cabeza de sí mismo en forma de todo ello. Aceptará como indiscutible lo que le estamos haciendo ver. Tal y como le transmitamos la idea que tenemos sobre su persona, así se empapará de esa idea y la asumirá como propia.
Cuando nos valoramos y queremos, nos sentimos más fuertes y capaces de afrontar el mundo. Por el contrario, cuando nos sentimos pequeños e inseguros todo nos es más costoso, incluso tendemos a darnos por vencidos ante la creencia de que no podremos conseguirlo. Si desde nuestra más tierna infancia creamos de nosotros mismos una imagen poderosa tendremos una personalidad más fuerte y segura.
Enséñale a tu niño/a una imagen sana de si mismo/a...
Dile a diario lo que hace bien. Mantén los ojos abiertos a todos sus logros y transmítele el orgullo que sientes.
Recalca sus cualidades.
Demuéstrale que te gusta conversar con él/ella. Hazle ver que es interesante, que tiene cosas que decir y que te gusta escucharle.
Dale tareas, pídele que haga cosas por ti y demuéstrale que confías en él/ella. Permítele que se reconozca como válido/a y que tiene mucho que aportar.
Refuerza sus avances. Por pequeños que sean, reconocerle que ha subido un escaloncito es animarle a que continúe con el siguiente.
Abre bien los ojos y observa como crece, como aprende y házselo saber.
…enséñale a que se sienta fuerte y se quiera.
María De La Cruz