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Colegida nº CM875
El mundo a ojos del pequeño Dani: Escúchame y enséñame a escucharte...

Escúchame y enséñame a escuchar…

A mi madre le gusta mucho hablar. A veces hasta habla sola cuando va por casa y parece enfadada aunque no sé con quién, si va hablando sola!! Y cuando está callada, sé que le pasa algo y no me gusta porque empiezo a imaginar cosas y a veces me pongo triste.

También a veces soy yo el que no quiere decir lo que le pasa. Pero cuando lo hago me doy cuenta de que me siento mejor.

 El otro día me regañaron en el cole delante de toda la clase. Estaba escuchando lo que explicaba mi profesora, cuando de repente noté algo que chocaba con mi cabeza, me volví y levanté el brazo para rascarme el cogote. Uno de la última fila había lanzado trozos de goma y uno de ellos había ido a dar contra mí, los demás habían dado en la pared. Cuando volví la vista al frente, la profesora me miraba con cara de enfado, yo no entendía nada pero estaba claro que aquello iba conmigo. Me quedé callado, hasta que ella empezó a regañarme, resulto que estaba convencida de que yo había tirado las gomas. Intenté decir que yo no había sido pero no me dejó hablar, me puse nervioso y cuando me pongo nervioso no sé explicarme, busco las palabras pero no doy pie con bola. En la clase se hizo el silencio y la profesora me dijo: ¡qué ganas de terminar mal el curso Dani!!

Me sentí mal y salí del cole muy triste porque yo no tenía la culpa, pero no me dejaron explicarme… o no supe hacerlo.

 Estuve todo el día sin decirlo pero no se me olvidaba. Por la noche, cuando mi madre se metió en la cama conmigo un ratito, se lo conté… ¡Qué alivio!! Me escuchó, me aconsejó que al día siguiente fuera a hablar con la profesora y me dijo que no me preocupara; me dio un abrazo, y sin darme cuenta desapareció la tristeza y me sentía feliz.

Pero… ¿por qué no le hice antes??? Si lo hubiera hecho no habría pasado todo el día triste y disgustado. Y es que a veces quiero expresar algo pero no sé cómo, o me da miedo que me regañen o sencillamente veo a mis padres tan ocupados que no encuentro el momento. Y termino con un nudo en la garganta. A lo mejor hasta me enfado por cosas que nadie entiende o tengo una rabieta por tonterías.

Pero ya he aprendido lo que tengo que hacer…expresar lo que siento en cuanto me pase algo. Así me sentiré mejor y encontraré una solución si es que hay un problema.

Dani ha aprendido una lección que debemos darles a los niños y niñas. Desde chiquitines debemos sentarnos a hablar con ellos y enseñarles a  escuchar y ser escuchados. Expresar una opinión o un sentimiento, guardar los turnos de palabra, respetar lo que tenga que decir el otro,… son puntos importantes de la comunicación que pueden aprender desde jovencitos, y que pueden facilitar así el entendimiento cuando lleguen a la adolescencia. No pretendamos sentarnos a explicarles con 15 años el porqué de no probar una sustancia o el porqué de resolver las discusiones sin violencia,… si no nos hemos sentado antes a enseñarles que escucharemos lo que tengan que contarnos, que deben prestar atención a lo que tenemos que decirles y que así nos sentiremos mejor y todo será más fácil.

Empecemos desde cero. ¿Qué debemos hacer entonces para fomentar la escucha y el desahogo emocional en nuestros/as hijos/as?

  1. Dedicar desde unos pocos minutos hasta un buen rato (según la edad de nuestro hijo o hija) a contarnos algo que nos haya pasado en el día. Cuando son pequeños podemos utilizar el ratito de antes de dormir. Están relajados y el contexto facilita la comodidad y el desahogo.
  2. Para niños menores de 6/7 años juega al “juego de los secretos, por cada secreto que yo te cuente, tú me cuentas uno a mí”.
  3. Utiliza cuentos, libros o películas para comentarlos y relacionar al protagonista con nosotros mismos: ¿cuando me he sentido yo así?, ¿qué debería haber hecho?, ¿qué pienso yo?…
  4. Mostrar interés y darle importancia a lo que nos cuente.
  5. Dejarle hablar aunque sintamos prisa por cortarle para rectificarle o regañarle. Podemos hacerlo igualmente después de que se haya expresado.
  6. Hablarle de nosotros mismos y contarle nuestras cosas. Les gusta sentir que contamos con ellos y su opinión nos importa.
  7. Reforzarle por abrirse a nosotros.
  8. Acompañarle, responder a sus preguntas, aconsejarle, arroparle cuando algo le preocupe.
  9. Respetar sus tiempos. No siempre que nosotros deseamos hablar, es también su momento.

Enséñale a que se exprese y a que te escuche. Quizá también te sorprendas de lo que tiene que decir…