¿Recuerdas cuando intentabas explicarle algo a tu padre y él insistía en que no tenías ni idea de la vida?
¿Recuerdas cuando tenías total seguridad en algo, y el mundo no te entendía?
¿Recuerdas cuando te sentías muy triste sin saber por qué razón?
¿Recuerdas la primera vez que tenías toda tu ilusión en otra persona pero descubriste que no eras correspondida/o?
¿Recuerdas cuando te viste obligado u obligada a hacer algo que te costaba la vida?
¿Y cuando tus amigos o amigas te dieron un poco de lado y sentiste la decepción?
¿O aquella vez que sentiste que no encajabas en ningún grupo?
¿O cuando tuviste que enfrentarte con tu gran miedo?
Intenta recordarlo. Seguro que no te lleva mucho tiempo.
Si eres padre o madre de adolescente, responder estas preguntas te ayudará a entenderle.
La adolescencia es una etapa de gran cambio, físico y psicológico. Pasamos de que nos den todo hecho a sentir que tenemos nuestras propias opiniones, preferencias, decisiones,… y no siempre nuestro entorno está de acuerdo con todo ello. Así que en determinados aspectos deseamos volar, aunque no estemos preparados, y en otros se nos exige una responsabilidad que no queremos aceptar. En este camino es donde pueden surgir los conflictos con el entorno, en especial con nuestros padres.
Dado que todos y todas hemos pasado por ahí, tenemos la posibilidad de hacer un ejercicio de empatía que nos permita acercarnos emocionalmente al adolescente que creemos egoísta, desagradecido, rebelde, alocado, o simplemente incomprensible.
Quizá entendamos entonces por qué a veces está de mal humor, por qué no cuenta qué le pasa, por qué no entiende las normas, cómo se siente cuanto tiene enfrentarse a algo que le da miedo, o por qué es tan importante su entorno social.
Cambiemos la imagen de “adolescente imposible” que tenemos, por la de “persona en profundo cambio” que está buscando su camino. Aceptemos que a partir de ahora, tendrá opiniones con las que no estaremos de acuerdo; que no siempre manejará correctamente sus emociones, a veces ni él mismo sabe lo que siente; y que desde este momento, entrarán en su vida personas que tendrán gran relevancia para él, a veces incluso a la altura de nosotros mismos.
Esto no significa que no debamos hacer nada, todo lo contrario. Es el momento de prestarle atención, mostrarle comprensión, y darle mucho cariño. Cuanto antes lo hagamos mejor, ya que cuando las relaciones se queman, es mucho más difícil encauzarlas.
No entres en una guerra constante para cambiar sus opiniones porque tienes la seguridad de que está equivocado/a. Exprésale tu opinión, cuéntale tus experiencias y dale información. Ofrécele un modelo en el que fijarse.
Presta atención a sus hábitos, interésate por sus compañías y plantéale conocerles.
Metete en su mundo, sus gustos, aficiones y actividades.
Interésate por sus emociones, problemas, ofrécele tu ayuda. Evita interrogatorios.
Permítele sus tiempos, no siempre estará preparado para una conversación profunda.
Busca y promueve el contacto emocional, cuéntale como te sientes, exprésale qué te molesta de su conducta, aprovechando para preguntarle por qué lo hace y explicarle cómo puede cambiarlo. Háblale de tus emociones para dejar la puerta abierta a las suyas. Y cuéntale cosas de ti y cómo te ha ido el día. No comiences las conversaciones siempre con una pregunta. A veces es más fácil empezar a hablar para provocar que él o ella también lo haga.
Estar más cerca emocionalmente de nuestro hijo o hija adolescente, nos permitirá explicarles lo que consideramos importante, prevenirles de los peligros que nos preocupan, enseñarles a tomar decisiones y empezar su propio camino.
Una vez más, no olvides la importancia de las emociones…
María De La Cruz