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Colegida nº CM875
Manejando las emociones...

Ya nos explicaba Daniel Goleman en su libro “Inteligencia emocional” que  “cualquier concepción de la naturaleza humana que soslaye el poder de las emociones pecará de una lamentable mitopía”.

Y así es. Todos tenemos emociones y conocerlas, permitirlas y saber utilizarlas puede hacernos la vida más fácil.

Empecemos por conocerlas. Hagamos un esfuerzo en ponerles nombre. Podemos tener un día muy malo y hasta saber la razón, pero es posible que no nos paremos a pensar que tipo de emoción estamos sintiendo. Si lo hacemos quizá descubramos una o más de una. Podemos sentir enfado y tristeza, o tristeza y preocupación, o miedo y tristeza, incluso tristeza, enfado y miedo. Además podemos sentir varios grados de cada emoción; así, podemos estar enfadados o iracundos, tristes o abatidos, preocupadillos o aterrorizados. No debemos actuar igual ante todas las emociones. Debemos a prender a controlar el enfado, a buscar soluciones ante la preocupación, aumentar el estado de ánimo ante la tristeza…. Y sin duda, para todo ello debemos conocerlas primero. Así que, paremos a pensar y ponerles nombre. Dediquemos un minuto a saber cómo expresar lo que siento y concentrémonos en qué se nos pasa por el cuerpo, el cual nos da muchas señales, pero no siempre le hacemos caso.

A veces, sabemos cómo nos sentimos pero no hacemos nada al respecto. Y otras veces lo sabemos pero tendemos a recurrir al “yo soy así, ya no voy a cambiar”. Es un error, podemos aprender a manejar las emociones y cambiar determinados patrones de conducta.

El siguiente paso es permitirnos sentirlas. No debemos reprimir emociones, ni juzgarnos mal por sentir algunas de ellas. Vienen con nosotros de fábrica, están en nuestro propio bagaje, contamos con un repertorio impresionante de emociones. Si las aceptamos, podemos pasar al último paso: controlarlas y utilizarlas bien.

Después de identificar el enfado, pongamos en marcha herramientas para el control y la correcta canalización del mismo; si detectamos alegría, saquémosle partido y potenciémosla; si identificamos tristeza, busquemos formas de aumentar nuestro estado de ánimo y soluciones para atajar un posible problema; si detectamos preocupación anticipada, aprendamos a frenar y cruzar ese puente cuando llegue; si detectamos alarma emocional y nerviosismo, pongamos en práctica pautas para el control de la ansiedad,…

Es decir, conozcámonos y dediquémonos un tiempo a nosotros mismos y lo que sentimos. Lo agradeceremos.

Además, una vez aprendido, hagamos lo mismo con los demás. Podemos aprender las emociones de nuestro hijo/a, pareja, madre/padre, amigo/a,… podemos permitírselas y ayudarle a manejarlas. Así también se abre un mundo enorme de comprensión y empatía que nos hará sentir muy bien.

Os decía yo al comienzo de este blog lo importante de conocer las emociones de los niños y empatizar con ellos. Vayamos un poco más allá… cuanto más conozcamos nuestras emociones y  más lenguaje emocional haya en casa, mayor será la comprensión, mejor nos entenderemos,  y más felices seremos.

María De La Cruz