Para mamís abnegadas…
Erase una vez una mama osa polar que cuidaba de sus 3 cachorros recién nacidos durante el frío y duro invierno del polo norte. Desempeñaba con amor su labor de alimentar y proteger a sus crías del frío, pero conforme pasaban los días, este era más y más intenso. Buscó una guarida pequeña en la que se metió con sus cachorros para proporcionarles calor y alimentarles. Observaba a sus crías y las sentía frágiles y vulnerables, así que decidió no salir de la guarida ni un solo instante, para dedicarse a ellas por entero.
Con el paso del tiempo, sus cachorros estaban más calentitos y muy bien alimentados, pero ella dejó de cazar y se olvidó de cuidarse a sí misma. Unas semanas más tarde el cachorro más avispado se percató de que su mamá estaba débil, apenas tenía energía y alimentarles le suponía un esfuerzo cada vez más grande. Estaba triste y cansada. Las crías estaban más gorditas y juguetonas, pero ella no era capaz de disfrutarlo. El cachorro que ya se había percatado de lo que ocurría, también estaba triste, mamá había cambiado y no sabía el porqué. Afortunadamente, los meses pasaron y el frío intenso fue dando paso al verano, de manera que pudieron salir de la guarida y mamá osa volvió a cazar y alimentarse, descubriendo que para cuidar a sus cachorros y disfrutar de ellos, también debía cuidar de sí misma.
Cuando nos convertimos en mamás, después de 9 meses de espera, durante la que nos relacionamos de una forma muy especial con nuestro bebe, de repente todo nuestro orden de prioridades se modifica desde el momento del parto. Todo aquello que creíamos necesitar ya no es tan importante, determinados hábitos y actividades que teníamos los aplazamos,… y sentimos instintivamente que a partir de ese instante, toda nuestra vida girará en torno a esa personita, y será el punto número uno de nuestra lista de prioridades.
Cada mamá vive la maternidad a su modo, pero sin duda, la entrega y sacrificio es una constante. A esto hay que sumarle que además deben compaginarla con el trabajo.
Cuando las mamás llevan hasta el extremo esta nueva forma de vida, con el tiempo pueden sentirse agotadas, confundidas, estresadas, e incluso culpables por sentir la necesidad de tomarse un rato para sí mismas al contrario de lo que han hecho hasta ese momento. Algunas de ellas se debaten entre continuar ejerciendo “su deber” o atender más a sus necesidades, como si se tratara de dos cosas incompatibles.
Como entre el blanco y el negro hay un amplio abanico de grises, en el resto de la vida también debemos saber encontrar el equilibrio. Es perfectamente posible atender con total y absoluta diligencia a nuestro/a niño/a y al mismo tiempo pensar en nosotras para no llegar a ese estado de insatisfacción vital.
Para ello, plantéate los siguientes puntos:
Al igual que mamá osa, si no te cuidas a ti misma, no estarás fuerte para cuidar a tus cachorros. Incluso puede que lo perciban. Si haces pequeños cambios que te hagan sentir mejor, vivirás menos estresada y cansada, afrontarás mejor los desafíos del día a día, encontrarás más paciencia para manejar la educación de tus niños y disfrutarás más de ellos.
Seguirás siendo una gran mamá a la vez que te cuidas más.
María De La Cruz